El dolor y la incomodidad son dos sensaciones que a menudo encontramos en nuestra vida diaria. Sin embargo, muchas personas utilizan estos términos indistintamente, cuando de hecho, son experiencias distintas. Cuando éramos niños, usábamos palabras como "mal, tonto, feo" y el siempre favorito de mamá "no me gusta" porque teníamos un vocabulario mínimo para describir lo que realmente estábamos experimentando.
La persona promedio, aparte del estrés, no vive con discapacidades físicas crónicas. Por lo tanto, cuando experimentan una cirugía plástica, su capacidad para transmitir lo que sienten se agrupa en una generalización de vocabulario de nivel bajo de "duele", como si toda la recepción del "dolor" fuera igual. Comprender la diferencia entre el dolor y la incomodidad puede ayudarnos a comunicar mejor nuestras experiencias a los demás y tomar decisiones más informadas sobre cómo manejarlas.
El dolor puede definirse como una sensación física o emocional desagradable y a menudo asociada con daño tisular (la cirugía crea mucho daño tisular. Como... MUCHO). Puede ser agudo o crónico y variar en intensidad de leve a severa. El dolor suele estar asociado con lesiones, enfermedades o condiciones médicas crónicas, como dolores de cabeza, artritis o cáncer. La experiencia del dolor puede ser debilitante y afectar la calidad de vida de un individuo. El dolor es normal, especialmente después de una cirugía, pero rápidamente se convierte en incomodidad.
Una de las principales diferencias entre el dolor y la incomodidad es la causa subyacente. El dolor suele estar asociado con daño tisular o lesiones, mientras que la incomodidad puede ser causada por una variedad de factores, como estrés físico o emocional, mala postura o factores ambientales. El dolor suele ser una señal de que algo está mal y requiere atención, mientras que la incomodidad es más una retroalimentación de que la situación es menos que ideal.
Otra diferencia clave entre el dolor y la incomodidad es la intensidad de la experiencia. El dolor suele ser más intenso que la incomodidad y puede variar de leve a severo. Puede ser agudo, sordo, ardiente o pulsante, y a menudo está acompañado de otros síntomas físicos, como hinchazón, enrojecimiento o rigidez. La incomodidad, por otro lado, suele ser una sensación más suave (el dolor evoluciona) que es más difusa y menos concentrada. La razón por la que importa es que el dolor nos envía al modo de lucha o huida liberando una oleada de hormonas en los cuerpos que no son útiles cuando es una respuesta normal al trauma temporal.
Imagina que alguien pone una pistola en tu cabeza o en la de un ser querido. El puro terror que inundaría tu cuerpo. O imagina cómo responderías si te cayera un piano en el pie. ¡Doloroso, ¿verdad?! ¡NECESITAS reaccionar! Pero 20 días después... ¿es el nivel de dolor el mismo? Lo es si le dices a tu cerebro que lo es. La diferencia entre los dos es lo que recibe tu cerebro — si le dices que te estás muriendo, te creerá; y responderá químicamente en consecuencia.
Si bien el dolor y la incomodidad son experiencias diferentes, ambos son subjetivos y pueden variar de una persona a otra. Por ejemplo, lo que una persona puede experimentar como una leve incomodidad, otra puede experimentarlo como un dolor intenso. La percepción del dolor y la incomodidad también puede estar influenciada por factores individuales como la edad, el género, el trasfondo cultural y las experiencias previas de dolor.
Manejar el dolor y la incomodidad a menudo requiere enfoques diferentes. El manejo del dolor generalmente implica tratar la causa subyacente del dolor, como medicamentos, fisioterapia o cirugía. La incomodidad, por otro lado, se gestiona a través de cambios simples en el estilo de vida, como mejorar la postura, la respiración, moverse, masajearse, cambiar el calzado o ajustar la temperatura o la iluminación en una habitación. Cuando eres capaz de identificar esto correctamente, también puedes responder adecuadamente a cualquier estímulo.
En algunos casos, el dolor y la incomodidad pueden estar interconectados, con uno exacerbando al otro. Por ejemplo, el dolor crónico puede provocar sensaciones de incomodidad, como fatiga o trastornos del sueño. A su vez, la incomodidad puede aumentar la sensibilidad al dolor, haciendo que este se sienta más intenso de lo que realmente es. Comprender la relación entre el dolor y la incomodidad puede ayudar a las personas a manejar mejor sus síntomas y mejorar su bienestar general.
Consejos para mejorar la fuerza mental:
Realiza ejercicios cerebrales algunas veces a la semana.
🧘🏾♀️ Comienza a aprender a meditar y conectar con tu energía fuente ANTES de la cirugía.
✍🏾 Escribe tus pensamientos, a veces las cosas son más fáciles de ordenar; además, no podemos creer todo lo que pensamos. Aprende a cuestionarte "¿esto es cierto y cómo sé que es cierto?"
💆🏾♀️ Espera estar incómodo/a por adelantado, no etiquetes erróneamente tu trauma si no es necesario.